Desde hacer de mediador en una incineración hasta ser menospreciado por su trabajo: las anécdotas más curiosas de los traductores

Sin duda alguna, una de las características más importantes del ser humano es la necesidad que tiene de comunicarse para intercambiar ideas, noticias, cerrar acuerdos, negocios, conocer gente o, simplemente, ayudar a los demás. Pero existe una barrera que dificulta seriamente esta característica: el idioma. La dificultad para entender a una persona que no habla la misma lengua ha sido y es uno de los problemas más grandes en el ámbito de la comunicación. En el mundo se hablan alrededor de 7000 lenguas, aunque hay muchas de ellas que se practican en regiones muy limitadas o por muy pocos hablantes. Teniendo en cuenta esto, si todas las personas se dedicasen a hablar su lengua materna y no aprendiesen otras lenguas o idiomas, el mundo sería un auténtico caos. Por suerte para todos, existe una profesión que se encarga de lidiar con este problema y ser el «Vishnu»[1]del mundo de la comunicación, preservándolo y mediándolo: el traductor e intérprete.

Si te paras a pensar por un segundo, es increíble la cantidad de información de todo tipo que tienes a tu disposición sobre cualquier tema o ámbito… ¡Y en tu idioma! Esto es algo que se suele pasar por alto, pero existen personas que se dedican única y exclusivamente a que, por ejemplo, sin tener idea de francés, puedas leer y disfrutar de autores como Julio Verne o Rousseau. De hecho, es una de las profesiones más antiguas que existe, remontándose al 3000 a.C. (eso sí, de forma oral).

Un dato curioso es que se cree que la primera traducción de forma escrita de la historia fue la piedra Rosetta, un decreto que pesaba más de 800 kilos y estaba escrito en jeroglíficos egipcios, escritura demótica y griego. Y ya que hablamos de curiosidades, dejemos a un lado por un momento la magnífica labor de los traductores para conocer las anécdotas más curiosas de varios de ellos que hemos conseguido recopilar en la publicación de hoy.

La primera anécdota viene de la mano de Carmen Jahrbeck, reconocida traductora, intérprete y escritora nacional. La traductora explica, en una entrevista realizada por El País, que un miembro del comité de la empresa en la que ella trabajaba como traductora le preguntó y comentó lo siguiente: «¿Qué hacéis los traductores? ¡Ah, ya veo! Pasáis a máquina los textos de otro idioma al español. Bueno, eso es fácil. Es solo mecanografiarlos, pero al español».

A esto, Carmen le respondió: «¿Cómo puedes hablar de esa manera? ¿Cómo crees que hemos podido recrearnos con obras de escritores, poetas y filósofos tan ilustres como Goethe, Shakespeare, Stendhal, Saint-Exupéry y, remontándonos más atrás, Platón, Aristóteles y un sinfín de otros? Piénsalo bien. ¿No han sido los traductores los que, reproduciendo los pensamientos de insignes autores extranjeros en tu idioma, te han transportado a mundos nuevos y fascinantes? ¿No crees que a ellos les ha sido difícil interpretar conceptos, sentimientos, ideas y traducirlos de forma que fueran comprensibles para ti? ¿No te parecen algunas traducciones verdaderas creaciones?».

El miembro del comité se limitó a responder: «No me he parado a pensar en ello, estoy agobiadísimo de trabajo y no acostumbro a leer esos libros. No tengo tiempo».

«¿Y qué me dices de las traducciones técnicas y científicas que tanto han aportado a la cultura de nuestro país?», le preguntó Carmen sintiéndose infravalorada por el miembro del comité administrativo de la empresa.

«Bueno, quizá tengas algo de razón. Voy a proponer que se os reclasifique y que se equipare a los traductores de este centro a nivel de jefe administrativo. Más no se puede. Hasta que Educación no homologue la profesión de traductor, no hay nada que hacer», respondió el miembro del comité.

Carmen cuenta esta anécdota para explicar el poco reconocimiento que existe sobre la profesión de traductor y lo infravalorado que está a día de hoy este oficio. Esperamos que sirva de ejemplo para todos esos traductores que nos leéis, para que nunca menosprecien vuestro trabajo.

La siguiente anécdota la cuenta Pablo Muñoz en su canal de YouTube llamado Traduversia. Pablo Muñoz es un traductor que trabaja como profesional autónomo y cuenta que, una vez, un cliente le encargó la traducción de un videojuego. Hasta ahí todo bien, pero, a la hora de entregar el proyecto al cliente por correo electrónico, el cliente le comentó que era demasiado guapo para ser traductor (tras observar su foto de perfil en el correo electrónico). Pablo lo cuenta como una anécdota graciosa y divertida, sin darle importancia, pero nos gustaría destacar que existen prejuicios que ya van siendo hora de eliminar sobre los traductores y traductoras. ¡No todos los guapos y guapas son actores y actrices!

Otra anécdota muy curiosa nos la cuenta André Höchemer, traductor jurado de alemán, en la revista multilingüe La Linterna de Traductor. André explica que una vez acompañó como intérprete a una mujer de origen alemán a la incineración de su marido. Lo sorprendente de esto es que allí se encontraba también la mujer que era amante de su marido. Pues bien, la mujer le encargó a la intérprete espiar a la amante y traducir lo que ella gritaba durante la incineración. Posteriormente, la intérprete tuvo que obrar como mediadora entre las dos mujeres, dos curas y empleados del tanatorio para saber quién se quedaría con las cenizas del difunto. Como era imposible que una de ellas se quedase sin las cenizas, la esposa consideró ofertar que las cenizas se dividiesen en dos urnas. Tras la respuesta afirmativa de la amante, el perplejo de los empleados del tanatorio y ver como los curas se horrorizaron, consiguieron resolver el dilema. Esta anécdota demuestra que los traductores e intérpretes muchas veces no solo se limitan a desempeñar bien su trabajo, sino que se enfrentan a situaciones y dilemas surrealistas, adoptando el trabajo o la profesión oportuna al caso.

La siguiente anécdota demuestra que los traductores y traductoras que nos seguís debéis reivindicaros para que se conozca lo importante que es vuestra profesión y la necesaria función social que cumplís. Nos la cuenta Luisa Fernanda Lassaque, autora argentina del blog claritoycastellano.blogspot.com, lugar donde narra esta historia. Luisa Fernanda expone que una amiga suya traductora entregó un encargo que le había pedido un cliente sobre la traducción de un proyecto. El cliente, cuando observó la cantidad de palabras incluidas en la factura, le dijo lo siguiente: «No me habrá cobrado las y y las a como palabra, ¿no? Mire que no son palabras, no me las vaya a cobrar». Menos mal que la traductora le contestó que entonces se iría a casa y quitaría del texto esas palabras que, para el cliente, no contaban como tales. Fue entonces cuando el cliente le dijo que no lo hiciese y le pagó la factura en su totalidad sin rechistar.

La última curiosidad no será una anécdota en este caso, sino una mala traducción que se ha hecho hueco en nuestra lengua como correcta. Este es el caso de la «Alta Edad Media», que seguro que has escuchado o leído en numerosos libros de Historia. Esta traducción proviene de un calco de la palabra alt, originaria del alemán. Esta palabra significa «viejo» o «antiguo», por lo que la traducción correcta sería «Antigua Edad Media».

Como hemos visto a lo largo de este artículo, la traducción es una labor muy necesaria para nuestra sociedad. No es un oficio fácil, ni tampoco es tan reconocido como gustaría a los que trabajan como traductores. De hecho, muchos de ellos cuentan lo complicado que es traducir muchos juegos de palabras o recursos como el sarcasmo o el humor de otros idiomas. Además, la confidencialidad y el trabajo de documentación es clave para desempeñar este sofisticado trabajo.


[1] Visnhu es un dios venerado en la religión del hinduismo y su misión es preservar y mantener el orden del universo. Hacemos alusión a este dios en esta publicación por las cualidades que se atribuyen a los traductores en el mundo de la comunicación, encargándose de traducir y facilitar el acceso a todas las lenguas.