Qué voy a contarle de la crisis que usted no sepa. Una guerra civil y cuarenta años de dictadura nos habían vacunado contra cualquier mal. Nos sentíamos irreductibles. Pero todo lo bueno se acaba. Eso también lo sabe usted.
El hombre que fue Viernes. Santiago Díaz-Bravo

Y así, con ese mazazo, comienza la novela. Tras la crisis económica de 2008, un grupo de los muchos y formadísimos jóvenes que se vieron obligados a buscar trabajo fuera de España se reúnen en un bar de Londres para despotricar contra su patria. España les ha dado la espalda y la patada, y están muy cabreados. Se hacen llamar Los Ahorcados y quieren venganza: dicen que «España huele a mierda». Algunos, la mayoría, van a las reuniones con el pretexto de ligar y de beber; pero en otros va brotando, como una planta invasora, el negro tallo del resentimiento, que concluirá con una de las mayores masacres terroristas de la historia de España.
—¿Lo que he visto? El infierno. ¿Me oye? El infierno. Eso es lo que he visto. El puto infierno. Ni un solo superviviente. Un hoyo.
El hombre que fue Viernes. Santiago Díaz-Bravo
Aunque el libro se remonta a 2008 y la acción tiene lugar entre 2012 y 2015, la idea que vertebra la novela está todavía caliente: el resentimiento hacia España y hacia una autoridad ausente que permite y promueve que los jóvenes —en cuya formación ha invertido gran parte del dinero de sus arcas— se larguen del país en cuanto están en condiciones de devolverle lo aprendido. En la novela, la sádica venganza contra esa autoridad narcisista y fantasma se presenta, aún más en estos tiempos de caos sanitario y de dejación de funciones, como una suculenta fantasía. El lector, sin mancharse las manos, disfrutará de la escabechina perpetrada por otros con la perversa sensación de que, por fin, se está haciendo justicia (literaria, al menos).
Este libro es una bomba, una jocosa ficción terrorista, un artefacto. Este libro es un goyesco duelo a garrotazos. Y quién sabe si no será el germen de una verdadera revolución: lo inimaginable, como dice el autor, está siempre al acecho como una hiena.
En este libro bomba me he encargado del editing, de la lectura profunda, de revisar la estructura, la trama y los personajes. Por eso, como tengo la sospecha de que el editor de Pie de Página, Álex Herrero, y el autor, Santiago Díaz-Bravo, van a ir a la cárcel, yo me lavo las manos y me descuelgo de toda culpa. Entono, claro, el tan en boga habeas corpus, aunque confieso que, desde la tranquilidad que da no estar imputada en este crimen literario, me hubiera quedado con una de las magníficas portadas que hizo el diseñador gráfico; una muy gore, muy salvaje, muy punki, y que espero que se imprima pronto en marcapáginas, camisetas y, por qué no, en navajas suizas. Yo quiero la mía para esperar al autor y al editor a la salida del juzgado.
Y si quieres la novela, aquí puedes conseguirla.
Sara Delgado