Mariángeles García

Entrevista a Mariángeles García, autora de «Más relatos ortográficos»

4 años después del lanzamiento de Relatos ortográficos, esta editorial vuelve con más historias para seguir echándole cuento a la normal lingüística con Más relatos ortográficos. Hemos hablado con su autora, Mariángeles García, para saber qué nos vamos a encontrar en una segunda parte que viene, además, con una novedad.

Los Relatos ortográficos llevan dando conversación desde su origen en la revista Yorokobu allá por 2013. ¿Cuál crees que es el principal motivo de su éxito a día de hoy?

Yo diría que el formato, esa conjunción de cuento y de norma ortográfica, que sigue sorprendiendo porque es una manera diferente de hablar de ortografía, gramática, etc. Aunque, en el fondo, tampoco es algo tan tan novedoso. Si lo pensamos un poco (y salvando las distancias), ese «educar divirtiendo» se lleva haciendo en literatura desde hace siglos. Quizá haya quien relacione los Relatos con lo que hacían los fabulistas: te cuento una historia y te adoctrino. En lo que yo hago, obviamente, no hay enseñanza moral, pero sí hay una intención didáctica. Es, un poco, como lo que cantaba Mary Poppins de echar un poco de azúcar a la píldora difícil de tragar.

De alguna manera, el relato inicial funciona de pasarela hacia un tema más espinoso, como es la gramática, la ortografía y la norma lingüística en general. Lo que he intentado es hacer lúdico algo que no lo es. Y eso siempre se agradece. Bueno, al menos yo lo agradezco.

A pesar de haber ganado el XXIII Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes estos relatos han estado a punto de desaparecer de Yorokobu en más de una ocasión. ¿Cómo has vivido ese vaivén?

Permíteme precisar un poco: no han estado a punto de desaparecer más de una vez. Solo se planteó en una ocasión y fue por un cambio de diseño en la revista impresa. Sin embargo, gracias al premio, los mantuvimos, aunque es verdad que se publicaron durante una temporada solo en la edición digital de Yorokobu y no en la impresa. Pero te respondo con tres palabras: con mucha pena.

Los Relatos fueron mi puerta de entrada a la redacción de la revista y me permitían conjugar mi afición a la escritura con mi formación original (yo me licencié en Filología Hispánica hace más tiempo del que me gusta confesar 😜).

Entendía que en una revista que cambiaba su diseño y sus contenidos, es decir, que se renovaba, era lógico que esta sección se actualizara también. No se me pedía dejar de hablar de norma lingüística, pero sí que lo hiciera de otra forma. Y eso me suponía cierto vértigo.

No soy muy amiga de los cambios cuando me siento a gusto con lo que hago. Es un poco lo que cuento en el prólogo sobre esa imposición de salir de la zona de confort: si el cuerpo no te lo pide, ¿por qué dejar de hacer eso que te hace feliz, que te gusta y que crees que haces bien?

Pasar del formato relato al formato conversación (que fue el que propuse) me hacía sentir, más que incómoda, insegura. También confieso que ahora, vistas esas conversaciones ortográficas en la distancia, ya no me parecen tan malas como sí pensaba que eran. Aunque, bueno, eso quizá lo juzgarán mejor los lectores.

Al final, 4 años después, estamos presentando «Más relatos ortográficos». ¿Qué va a encontrar el lector en estas nuevas historias?

Fundamentalmente, y como te he avanzado en la anterior pregunta, las Conversaciones ortográficas. Aquí ya no hay historia narrada, sino un diálogo, una conversación entre dos personajes que harán un uso incorrecto de una palabra, o emplearán estructuras gramaticales incorrectas, o plantearán dudas lingüísticas…

La intención es la misma, que aprendamos todos (yo incluida, que he tenido que revisar la norma para explicarlo) a usar correctamente este idioma nuestro, pero también a quitarle hierro a eso de equivocarnos. Tenemos que tener clara una cosa: puede que nuestros errores lingüísticos de hoy sean la norma de mañana.

¿Qué ha cambiado para que ahora sí estés más contenta con esas conversaciones?

Siempre me ha parecido que el diálogo es un recurso literario muy difícil de usar. Es muy complicado hacer que dos personajes no suenen impostados cuando tratas de reproducir por escrito lo que podrían decirse en la ficción. Que suenen naturales, en pocas palabras. Y ese era mi miedo cuando tuve que escribir esas conversaciones.

Creo que se me da bien narrar, pero no hacer hablar. Y con las conversaciones, tenía que conseguir, de alguna manera, contar también una historia que enganchara al lector para que siguiera leyendo. Créeme, es difícil, y más cuando tienes que lograrlo con unas pocas líneas de diálogo.

Por si fuera poco, al tener que cumplir unos plazos de entrega para llegar al cierre de la edición, no los podía escribir con toda la calma que necesitaba. Tenía la impresión de que cumplía el expediente y nada más. Lo hacía, pero sin mucha fe. Me quedaba con la impresión de que, de alguna manera, estaba engañando al lector. Yo y mi síndrome del impostor…

Ahora, al releerlas para publicarlas en esta nueva edición, creo que el resultado no era tan malo. Además, me permitían remitirme a la oralidad y tocar otras cuestiones que tienen más que ver con qué decimos y no tanto con qué escribimos. Incluso hablar de otras cosas que no están tan relacionadas con la norma y sí más con la curiosidad, con lo peculiar del lenguaje.

Supongo que la distancia me permite ver con más claridad y con menos miedo.

¿A quién le va a encantar este libro?

A quien busca que le cuenten las cosas serias de una manera entretenida. A quien tire de sentido del humor hasta cuando va a Hacienda. A quien sienta curiosidad por el lenguaje. A quienes trabajan en educación y necesitan un poquito de inspiración para hacer más atractivas sus clases… Si te soy sincera, pienso mucho en los profesores y en los estudiantes de secundaria y bachillerato cuando los escribo. Me encantaría que les encantaran, valga la redundancia.

¿Cuál es tu relato favorito?

¡Ay, no me preguntes eso! Es como si me pidieras que decidiera a quién quiero más, si a mamá o a papá…

¿Crees que hay un relato determinado que va a gustar mucho?

No, ninguno en particular. Creo, más bien, que dependerá del gusto de cada persona que decida leerlos. Los hay más surrealistas que otros, más irónicos, más formales, más humorísticos… De todo, como en botica.

Con las redes sociales nos empezamos a relajar con la norma al escribir. ¿Cómo convive con esto un libro como «Más relatos ortográficos»?

Pues creo que el libro puede funcionar como un recordatorio de que una cosa es el registro coloquial que usamos en redes, y otra bien distinta es el registro formal. ¿Hablarías igual a tu jefe que a tu amigo? Seguramente no. Cómo hables y cómo escribas dice mucho de ti. Es como mirar el armario y elegir qué te vas a poner en función de qué vayas a hacer ese día. No te pones un chándal para ir a la oficina, ni un esmoquin para estar en casa. Con el lenguaje ocurre lo mismo. Por supuesto, viste (habla, escribe) como te dé la gana, pero luego no te sorprendas si la imagen que das y el resultado que obtienes no son los que esperabas. Al menos, ya que te vas a saltar la norma, sé consciente de cómo, en qué y por qué.

Estos relatos están en dos libros y una revista. ¿En qué otro formato encajarían perfectamente?

Un audiolibro. O un pódcast. O un cómic… ¡Ay, no sé!