Miguel Sánchez, autor de «La neológica de las lenguas», en la revista «Almáciga»

En cada página una letra, por cada letra una palabra de lo que queda de un mundo, y un habitar que desaparece. Entrelazamos una charla del lingüista Miguel Sánchez Ibáñez con su madre, Begoña Ibáñez, y una entrevista sobre el reciente libro de Miguel, La (neo)lógica de las lenguas. Cada uno, a su manera, recogen y aman las palabras y las lenguas, los acentos y los nombres. Con ellos aprendemos que todas las palabras existen y viven, y descubrimos que los neologismos son una forma de cuestionar y desafiar lo establecido, la centralidad y los privilegios. 

Palabras que no quiero olvidar. Ese es el título, escrito a mano, del cuaderno de Begoña Ibáñez, nacida en Lebanza en 1960. Este pueblo de Palencia fue hasta el XIX una tierra donde se trabajaba el lino. Como testigo de aquellos tiempos queda el prado de La Pisa y la huerta de El Molino, donde se encontraban los batanes. Dos arroyos, y los huecos donde estuvieron sendos molinos, los abrazan. Uno de ellos fue expropiado en parte para construir la carretera del pueblo; un nuevo trayecto que rompía los antiguos senderos y la disposición natural del lugar. Al cerrar la escuela, Begoña, que contaba con 12 años, salió del pueblo. Por ser hija de minero, pudo estudiar en un pueblo de Guipúzcoa, aunque siempre tuvo claro que ella quería volver a su tierra. Y desde ella, nos regala algunas historias, costumbres y palabras de Lebanza y su familia.

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